sábado, 25 de agosto de 2007

Suma y sigue.

Brasil. Curitiba. Capoeira. Muzenza.

Llegué a Muzenza porque busqué en la guía telefónica escuelas de capoeira, y no sé si estaba buscando mal o qué, pero sólo encontré Muzenza.

Busqué Capoeira porque un día estaba hablando con mi hermano por msn acerca de que no sabía cómo hacer la invertida sola, y él me preguntó "Y no conoces a algún capoeirista que te pueda ayudar?"... Entonces la idea germinó en mis plantaciones cerebrales y dio como fruto; mi búsqueda. Busqué sin tener plata para pagar ni una escuela, pensando... Más bien sin pensar, dejando que el universo me provea como siempre lo ha hecho. Fui hasta esa academia a hacer una clase de prueba, y me ofrecieron todas las facilidades de pago posibles y descuentos. Tengo suerte, como siempre; tengo mucha suerte.

Llegué a pensar en el capoeira, por causa de la danza. Quiero hacer danza, y por eso quiero hacer bien la invertida y otras cosas. Cuando vi la capoeira más de cerca, me di cuenta de que tenía todo lo que yo estaba necesitando...
Ultimamente iba bastante a correr. Todos pensaban que era porque realmente me gusta correr. Pero lo cierto es, que lo que me gustaba era sentir mi cuerpo resistiendo, y fortaleciéndose, trabajando mi corazón y mi capacidad de seguir... Pero más que todo, el elongamiento final. Con el cuerpo calentito, cediendo a mi voluntad de hacerlo extenderse un poco más allá... Sentirme un poco más cerca, de mis propios límites, un poco más cerca de lo que me apasiona; la danza.
Luego llegué al capoeira.
Y el capoeira tiene un trabajo muy completo, en cuanto a mis intereses. Resistencia. Fuerza. Equilibrio. Ritmo. Flexibilidad. Danza. Danza. Danza. Música. Canto. Acrobacia. Espíritu.
Misma cosa: hacer capoeira me acerca a la danza. Lleva mi cuerpo hacia la danza, y al mismo tiempo, hacia el capoeira.
Curitiba.
Partí para Buenos Aires. Llegué a un hostel, pero no me gustó, no me sentí "afín". Busqué uno en internet, muy barato, mandé un e-mail, me respondieron diciendo que tenía que llamar a un telefono, llamé, me dieron una dirección (lejos), me citaron, y la voz era extraña. Factores que en circunstancias tales me parecieron algo sospechosas, sin mencionar el hecho extra de tener mi mochila gigante sentada a mis pies esperando para ser cargada hasta donde fuera que nuestro destino fuere. Desistí. Caminé medio perdida (muy perdida), y llegué a un hostel que me pareció que tenía cara de caro, pero pregunté y era más barato. En ese hostel conocí a Renato y Afrânio. Renato era un peruano que dormía en la cama de arriba de mi camarote, y Afrânio un brasileño que dormía en el camarote de al frente. Extrañas circunstancias para compartir con gente del mundo. Había mucha más gente siempre, pero al final, nos hicimos amigos los tres. Pasó un mes, un mes y medio. Y los dos partieron el mismo día. Afrânio partió a Curitiba. Decidí partir también, y ya que tenía un amigo en Curitiba, y amigos de amigos, vine. Así llegué.
Brasil.
Tuve la extraña idea de llegar a São Paulo. De la nada, pero de algo. Conocí a una persona de São Paulo, y esa persona me regaló una medalla. Y en una de sus caras la medalla tenía el símbolo del universo. Vi las flechas y pensé-sentí, que una de ellas apuntaba en una dirección, y pensé que la dirección era Brasil. Quisieron hacerme desistir de mi idea de São Paulo. Por causa de que es una ciudad muy grande, y peligrosa. Me sugirieron Curitiba. Ciudad grande, pero organizada, más limpia, más segura, más bontia, más tranquila. Me ofrecieron contactos. Ok. Así fue que salí pensando en Brasil, pero pensando en Curitiba.
El "mañana" es algo totalmente construíble. Como si de plasticina se tratase. Solo que no es plasticina, pues sucede que es mil veces mejor, mil veces más maleable, mil veces más mezclable, tiene mil colores más, e infinitas posibilidades.
ARGH!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
MALDITA VIDA QUE ES TAN PULENTAAA!!!!!
Soy feliz de todo. Feliz de estar en Brasil, feliz de ir a Chile cuando vaya que todavía no sé cuándo.
Chao.

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