jueves, 20 de septiembre de 2007

Florianópolis Tercera Parte

Cinco y media de la mañana estaba levantada, aprontándome para viajar por mis propios medios. Agradecí la suerte de tener mala suerte. De cruzarme con esa desgraciada que me dejó plantada, pero que detonó la semilla de una voluntad resoluta e inamovible de volver a moverme. De no quedarme sentada esperando el día de mi partida inminente y en cambio largarme unos días a la costa antes de irme de este país a fin de mes.

Llegué muy temprano al terminal de buses, pero de cualquier forma el siguiente bus partiría solo dos horas más tarde. La famosa chica además de dejarme plantada me mal informó acerca de los precios de los pasajes. Así que me quedé sin plata para un pasaje de regreso. Pero ya se me hizo como costumbre esto de tirarme a la piscina sin flotador.

Florianópolis fue cualquier cosa menos lo imaginado. Cualquier cosa menos lo esperado. Creí que estaba libre de espectativas, pero admito que me depilé antes de ir y que compré un bikini en oferta, lo cual por supuesto que demuestra que tenía "ciertas" espectativas creadas a raíz de la fama del lugar, y por el hecho de que la ya tan renombrada chica sin nombre me había dicho que el verano estaba practicamente asentado allá, a pesar de ser invierno todavía.

Llegué somnolienta, cansada, y feliz de sentirme perdida de nuevo.

Llamé a mi contacto en la ciudad y él fue a buscarme al terminal. No le importó mi mochila gigante él quería mostrarme los lugares característicos del centro, la arquitectura estilo portugués, la plaza, el museo, el mercado central, el "Bob's" (tipo de Mcdonald's brasileño), etcétera.

Me encontré a mi amiga Rubia, y ella iba viajando a Curitiba en auto coincidentemente. Ella me retornó. Fin de la historia.



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